22 de febrero de 2011







Palpitaba en el duelo de la vida,
un corazón generoso y valiente,
cansado de la lucha impuesta
en mil batallas,
ganadora de trofeos y caricias.

Viviendo lo dió todo,
dandolo todo vivió,
es el deber
que tiene una madre al decidir
llevar esa medalla hasta su fin.

Viendo pasar sus dias en paz
se alisaba los cabellos
mientras con orgullo
sonreia a lo bien hecho,
a lo bien enseñado
a lo bien aprendido.

Coronada por el amor de su hija,
es la única joya que le importaba,
paseando por sus recuerdos
viendo el correr de su pequeña,
el correr por el campo de espigas doradas
el correr, de su pequeña por la vida.

Y así, en paz se dormía,
dejandose acariciar por un ángel del cielo
segura de volar hacia  el infinito
con la dicha del deber cumplido
saludando a su paso
a todas las estrellas.

Coqueta y dulzona se dejaba llevar,
segura de que guapa iba
hacia la puerta que solo se cruza una vez,
bajo la intensa mirada de Dios,
y la luz que la envolvía.

Pero siempre queda un trozo
en el corazón de una hija,
de esa madre que un día,
la vida te dió acordonada
por el amor, concebida.

Seguramente mareados tiene
a los angeles que la cuidan
y rien y la oyen
sentados de rodillas
cuando ella cuenta como es su niña.

Espejo de su espejo,
haciendo gala del orgullo
de haber sido hija
de un ser tan especial,
tu madre..

Isabel.

PD: mi padre en su silla de ruedas,  me dijo al morir, nunca te rindas,hija, nunca...y eso trato de hacer, cada dia.