28 de noviembre de 2010

LA ANTIGUA ERMITA.




                                   
Volvi a caminar por la ladera del rio,
entre sauces y olivos
cañaverales de mi niñez,donde todo era amado
donde no existian miedos
donde adivinaba mi vida, de caminos perfumados.

Alli recibi, de amor, los primeros besos,
sonrojadas mejillas
mariposas en el corazón volando...
donde se fraguan los sueños
de un destino celestial imaginado.

Mis pies cansados me llevan
a la antigua ermita
que corona la cima de la montaña,
antaño,inmensa para mis ojos,
hoy, diminuta la percibo,
como el tiempo pasado,
como pasada mi vida.

Desaparecen mis seres queridos
en el camino de subida,
poco a poco, paso a paso,
veo pasar mi vida.

Entro en sus pequeñas paredes blancas,
y un humilde altar me acoge,
testigo de un juramento de amor de
adolescentes sueños,
deliciosas palabras.

Allí juramos amor eterno,
sellado con el beso inocente
de dos niños que se amaban
sentados en aquellos bancos de madera inerte.

No sé si han pasado siglos,
o el tiempo se detuvo en aquella ermita,
aspiro el aroma a tierra mojada y a claveles blancos
y vuelvo a tener pocos años
y mis sueños me gritan
vive, vive!!, aun hay tiempo
de volver a besar unos labios
de abrazar al amor,
de acariciar la dicha,
y hacer un juramento de amor
en aquella ermita...


Premio Internacional de Poesía Latin Heritage Foundation.

13 de noviembre de 2010

LA DAMA AZUL

                    



Como muchos de los cuentos que hemos leído en nuestra niñez, La Dama y el Dragón, comienza por "Erase una vez", un pequeño relato  donde el amor una vez más es el protagonista.  También tiene su historia real  disfrazada debajo de la fantasía. Y su enseñanza.





     Erase una vez, una Dama Azul que vivía en una torre oscura, tan solo con una ventana de barrotes negros. Única ventana al mundo exterior en la que, cada noche, se asomaba para contemplar la Luna y compartir con ella sus sueños.

     Tenía un corazón tan hermoso, regalo de las hadas en su nacimiento, que el Señor del Castillo la hizo recluir allí para que el resto del mundo nunca lo pudiese ver. Y así, un buen día, hizo que subiera peldaño tras peldaño, hasta llegar arriba de aquella torre, cerrando la puerta con un gran cerrojo de plata.

    Ella imaginaba el mundo tal como su ama, siendo una niña, le había contado cada noche cuando se acostaba y el sueño la vencía. Quería recorrer campos, aspirar el aroma de lavanda, bañarse en lagos cristalinos y sentir la lluvia en su rostro.
Cada día esperaba que cada nuevo amanecer le trajera algo distinto al anterior, y así, pasaba el tiempo.

Una noche se asomó a su ventana un Dragón. Ella quedó paralizada mientras miraba aquellos ojos que la contemplaban curiosamente. Enseguida venció su miedo al ver la dulzura que emanaba de aquella mirada y se acercó a aquel ser que desde el exterior, batiendo sus grandes alas, no se inmutaba.
    
Su voz era acaramelada… desprendía un olor a canela y su mirada dulce como jamás vio otra igual. Así, cada noche, esperaba impaciente la visita del Dragón a su pequeña ventana, y cada noche él volvía. Hasta que se vio sorprendida por la invitación de volar con aquella criatura de magnificas alas. Tuvo miedo, pero...

…Un buen día decidió que volaría con él. El Dragón arrancó los barrotes de la torre, la subió a su lomo batiendo sus enormes alas y alzó el vuelo con la Dama azul en su lomo. Ella acariciaba sus escamas y sentía el calor de aquel cuerpo que la protegía del mundo, sobrevolando campos, océanos y montañas. Se sentía feliz, sensación que no había conocido hasta entonces.

Era devuelta al amanecer de nuevo a su torre, cuando el sol comenzaba a acariciar su rostro. Su Dragón le decía palabras tan dulces que ella se sentía acariciada en el alma. Así pues, sus garras le parecían manos de dioses, sus patas, piernas de héroes y sus escamas, la piel más hermosa del mundo. Comenzaba a conocer también el amor.


Se ahogaba en su torre, ya no quería estar allí… deseosa de que cada atardecer dejase paso cuanto antes a la noche para encontrarse con el Dragón y volar. Por lo que un buen día dejó atrás definitivamente su oscuro hogar y decidió que no volvería. El Dragón estuvo de acuerdo, con una condición. Él no sabía amar. En cualquier momento la soltaría, y él seguiría su vuelo sin volver la vista atrás. Y sin más, voló con él.

Cuando llegó el momento, el Dragón se cansó de llevar a la Dama en su lomo, la soltó y cayó en un lago de aguas profundas y oscuras. Ella sintió que se ahogaba, perdida, sin saber dónde estaba y qué sería de ella, intentó llegar a la orilla. Caminó días y días, siempre oteando el horizonte por si veía la figura del Dragón en la lejanía, hasta caer exhausta. Lo buscó por caminos desconocidos, por mares y pueblos. Lo buscó en las estrellas y en los bosques encantados. Pensó en volver a su torre, pero ya era demasiado tarde, no recordaba el camino y además, él le había enseñado a volar. Era imposible su vuelta.

Hasta que un día, cuando pensaba que moría, le vio a lo lejos. Se acercó a él, sin ser reconocida. El Dragón estaba malherido. Había llevado a muchas Damas a su lomo, y una de ellas le había asestado una puñalada mortal cerca del corazón. La Dama Azul se arrodilló junto a él y sus lágrimas fueron cayendo en su lomo. El Dragón moribundo  abrió sus ojos vidriosos por unos segundos y la contempló.

   - Oh Dama Azul, te he recordado muchas noches, extrañado tus caricias y añorado tu corazón.

Ella siguió derramando sus lágrimas azules en la herida del corazón de aquél cuerpo casi inerte, hasta que ya no le quedó un soplo de aliento. Su fuerza y su corazón, se le iban con cada lágrima, y así, la vida, iba volviendo al Dragón. Mientras la muerte se apoderaba del alma de la Dama.

Entonces, el Dragón se irguió majestuosamente, desplegando sus alas. Se habían convertido en unas preciosas alas azules, sus escamas brillaban a la luz del sol y su mirada imponente, más dulce que nunca, contemplaba el cuerpo inerte de aquella hermosa mujer.

Alzó el cuerpo de la Dama Azul sobre su lomo, emprendiendo el vuelo hacia el horizonte, llevando su preciosa carga hacia los confines del mundo, y así, el Dragón Azul aprendió a llorar. Lágrimas azules resbalaban por su rostro. Entonces, sintió el amor de aquel corazón en el suyo, el dolor del amor perdido, la ternura de aquel cuerpo, y así, aprendió a ser amado y así... y aprendió a amarla...