28 de enero de 2011

CARTA DE AMOR



CARTA DE AMOR
A MI AMOR  DEL ALMA.
Yo te encontré en el silencio de mis días. Tú llenabas huecos profundos de soledad  y hastío. Con tus mil te quiero me diste a beber cuando la sed me mataba. No medías el peso de las alforjas de cariño.
   Cuando mi alma respondió a tus ojos, dulces como la miel y serenos como el mar el calma, la alegría se hizo presente en los momentos vividos. Pero aguardaban demonios de tristeza vestidos de negro para empañar la luz de las estrellas de mis cielos.
   Aquellos demonios  alzaron sus sombras sobre el bosque encantado de mis noches, dónde yo te guardaba celosamente.
  Y te amé tanto...
  Por encima de la vida. Un amor maduro sin intereses ni apremios , apasionado e intenso, el más bello deseo nacido en las entrañas de mi cuerpo y de mi existir.
  Aquellos demonios negros...Te apartaron de mi sonrisa, ganaron la batalla abanderada por sus celos. Y tú, preferiste vivir entre las sombras de ella.
  Así  dejaste de llamarme cielo y yo perdía la luz de tu voz, y aquellos besos que un día me despertaron de nuevo a la vida.
   Ella y sus celos, ella y su mundo, ella y sus intrigas construyó el abismo de la distancia entre tú y yo para siempre.
  Y así fue como contemplé la ruina de tu ciudad blanca, aquella que yo soñé poblar con rosas, sólo para que tu vivieras en paz. Y así fue como destruiste de una puñalada mis sueños, sueños que solo ambicionaban que tú existieras. Y tuve que comenzar de nuevo a construir todo lo que había perdido  en la tormenta en que naufragué por amarte.
    Tu risa fue desprecios hacia mí. Tus palabras, dardos envenenados con los que ibas destruyendo mi alma. Y es que nunca sentiste amor. Es una asignatura pendiente en tu vida. Pues quién de verdad sabe amar, aprecia el silencio de una pequeña flor o el grito desesperado de un corazón roto. Sabe perdonar,  pide perdón y cree en la luz de unos ojos.
    Y tú, tú no sabes...
    Lágrimas, tantas derramadas por tu ausencia, secaron mis adentros, endurecieron un corazón que latía feliz y me dejaste sola en tan oscura noche. Aún hoy, me cuesta ver la luz.
    Pero yo sí supe amar, después de muchas lunas, supe que estaba viva, porque despertaste  algo bello y hermoso dentro de mí que se había dormido hacía tanto tiempo...
   Y así lo he custodiado, al margen de todo y de todos. Como quien acuna al recién nacido con la más dulce de las ternuras. Nadie ha violado ni manchado ese sentimiento que un día me llevó a ti. Que un día ya lejano, me llevó  a volar hacia tu cielo. Preservé lo hermoso y lo hice aún más bello, mientras tú lo guardabas en urnas de resentimientos y olvido. Adornado con recuerdos amargos por tu mal hacer.
   Y ahora, espero encontrar de nuevo la estrella que me guíe a un nuevo sueño. Volver a sentir mariposas encantadas en mi vientre por un bello amor,  dedicar mis pensamientos y derramar mi dulzura, sólo y exclusivamente, al hombre merecido.