13 de febrero de 2011

UNA HISTORIA PECULIAR




                       

“  Y ella montó en aquel tren que la llevaría a toda velocidad al andén donde él la esperaría.”

    Era una preciosa mañana de junio. Decidida, ilusionada yo iba dejando atrás una vida. Sabía que cuando llegase a mi destino no habría vuelta atrás. Aún así me sentía feliz por la decisión que había tomado.
   Veía pasar por la ventanilla de aquel tren el paisaje velozmente. De la misma manera que mi corazón palpitaba con cada kilometro recorrido hacia él. Delante, una estación desconocida donde él me esperaba.
   Con nerviosismo miraba mi teléfono móvil y leía una y otra vez los dos mensajes que me había enviado al coger mi tren aquella mañana. Animándome con palabras cariñosas y de deseo, en mi viaje hacia sus brazos.
   Esto me dio fuerzas para seguir adelante. Me concentré en la ilusión que llevaba dentro, lo tendría por primera vez delante de mis ojos!.
   Detrás dejaba un matrimonio añejo. Y yo no había dudado en ningún momento encontrarme con él.
   Quizás fuese una locura, pero quería vivir lo que el destino me había preparado, fuese lo que fuese no quería perder aquel tren, podría ser el último de mi vida.
    Mi corazón dio un vuelco cuando oí por megafonía que me acercaba a  mi destino por fin, mis piernas flaqueaban. Quería mantener la compostura, que él no notase mis miedos. Y no temblar cuando le tocase por primera vez.
    Me preparé para bajar del vagón. Tomé mi bolsa de viaje, mientras el tren aminoraba ya la marcha.  Le llamé y le dije- estoy aquí-
    El, me contestó enseguida, me dijo, -cariño estoy llegando, me ha retenido una manifestación pero te encuentro enseguida. Espérame en la cafetería color naranja que hay en la entrada.-
    Yo le obedecí, pero me puse de espaldas, apoyada en una mesa alta de la cafetería, no podía verlo venir de frente. Estaba demasiado nerviosa y emocionada.
    Sentí como tocaba mi hombro, me di la vuelta y allí estaba. Con sus gafas de sol. Chaqueta como yo le había dicho que me gustaría que llevase, guapo muy guapo para mis ojos.
    Al verme me dijo, -no te gusto?-
    Le miré y le dije, -anda vamos-...
    Salimos fuera de la estación, él me conducía hasta el aparcamiento dónde había dejado su coche. Era un volvo algo antiguo color azul marino. Me abrió la puerta y me senté, seguidamente, lo hizo él en el asiento del conductor. Nos besamos.
 Dulcemente, me besó en los labios una y otra vez, nos acariciábamos las palmas de las manos, y él, me decía,-me encanta-...
  Yo flotaba entre sus brazos.
     
Cuando conocí a Santi, mi vida pasaba por una etapa muy difícil. Unos meses antes había caído en una depresión, algo que quien me conocía  a fondo, se preguntaba cómo pasó, si había alguien que sonreía a la vida y con fuerza, era yo.
     Llevaba siete años mal. Mi padre estaba en una silla de ruedas debido a una hemorragia cerebral que había sufrido. Esto me sobrepasaba, le veía sufrir cada día y le animaba, sabiendo yo que era un imposible. A la vez, había soportado mucha tensión también con la enfermedad de mi madre. Varios infartos cerebrales habían mermado su salud de tal manera que a veces, me encontraba con dos personas en sendos carros de ruedas sin valerse por sí mismo.
     No había un día ni una noche que sufriesen una caída, un percance, a cualquier hora, en cualquier momento. Duró éste calvario siete años. A la vez  trabajaba, cuidaba a mis hijos, intentaba estar al cien por cien en todo.
        Mi matrimonio no iba bien desde hacía muchos años, pero yo mantenía todo en orden aunque yo no lo estaba. No importaba, conseguí que ninguno de mis hijos tuviese que salir de mi casa  mochila en mano para pasar épocas en otro hogar que no fuese el suyo.
    Murió mi madre y me quedé a cargo solo de mi  padre con su gran invalidez, y una gran depresión  por la muerte de ella.
         Unos tres años más tarde murió él de mi mano.  Ese mismo año, mi matrimonio llegaba casi a su fin, y yo seguía mal, muy mal de ánimo. Mi hija me hizo un correo y empecé a comunicarme con personas, cosa que me hacía tanta falta.
   Así entré en una página de contactos, algo especial porque también podía escribir, subir videos, comunicarme con todo tipo de personas de otros lugares.
    Comenzaba mi aventura en éste medio. Un día me llegó a mi correo particular un email con unas amenazas e insultos. Me asusté, no sabía quién me lo remitía. Pero quién fuese, parecía saber algo de mi vida. Fue a más. Tanto que fui una noche asustada a una comisaría de policía a denunciar esto.
 Yo preguntaba en casa, a mi ex marido y siempre negaba que fuese él. Incluso hubo correos que contenían fotos mías tomadas de la cámara de mi ordenador.
 Estaba aterrorizada. A la vez, los contactos que tenían se iban borrando. Sólo algunos admitieron que habían recibido emails amenazadores para que dejasen de hablar conmigo. Incluidas chicas.
 Todos desaparecieron de mi correo. Todos, menos él.
   Se ofreció a ayudarme, me animó a denunciar lo que me pasaba, era un abogado que trabajaba y vivía en Madrid.
   En el momento que le vi por la cámara de mi ordenador, me enamoré de sus ojos.
   Me contó su historia.
 Decía que había estado a punto de casarse unos años antes, y que su novia canceló la boda un mes antes. Además por una gran discusión que tuvieron, ella lo denunció por malos tratos con lo cual, perdió su trabajo al estar una noche detenido en comisaría, le retiraron la licencia de abogado temporalmente. Por lo tanto contaba cómo aquella mujer le destrozó la vida.
Su puesto de trabajo era director gerente de una empresa, buen sueldo, buena casa, buenos coches. Contaba que ella se había quedado con todo, mientras él pagaba la hipoteca de dicha vivienda para no perderla. Su ex novia se había quedado a vivir con otra pareja y hoy en día, tenía dos hijos. Y él luchaba por recuperar su casa y por salir absuelto del cargo de malos tratos.
  Después de éste destrozo en su vida, contaba que una noche en un pub liberal había conocido a la mujer de su vida. Una chica guapa y de familia adinerada, y se había enamorado perdidamente de ella.
   Dos años más tarde, decía que  la vida le jugaba otra mala pasada. A su chica, le habían detectado un cáncer  de los más agresivos.
  Aquella chica, decía , había roto con su novio por él, por lo tanto, los padres de ella se habían opuesto  a la relación desde el principio, con lo cual, al caer ella enferma, su familia  la había trasladado a una clínica famosa de Navarra y sólo se comunicaba con ella por teléfono u ordenador cuando ella se sentía capaz de hacerlo.
  Se le moría...decía con gran pesar.
  Había algo más en ésta rocambolesca historia. Eran swinger. El y su mujer, como la llamaba siempre, aunque no estaban casados, solo a ojos de ellos mismos, eran y habían sido liberales en su conducta sexual.
 Ella lógicamente no ejercía ésta vida junto a él ahora con su enfermedad, pero sí que le aconsejaba que siguiera relacionándose con otras mujeres, siempre y cuando, no se enamorara y le contase a ella con quién,  cuando  y dónde se veía con ellas.
    Cuando me contó ésta parte de la historia, yo no tenía ni idea del mundo liberal entre parejas, además, dado mi situación poco me importaba. En mi cabeza no rondaba ni que pudiese conocer a Santi en persona.
  Noche tras noche, nos contábamos el diario de nuestras vidas.
  Hasta que él también recibió el correo amenazador , pidiéndole que dejase de hablar conmigo y mucho menos se le ocurriese quedar para conocerme.
   Santi ya había sacado los billetes de ida y vuelta del tren para venir a mi ciudad, decía mirarlos cada día con mucha ilusión. Me dijo si es necesario, voy y me vuelvo en el día, sólo para tomar un café contigo y verte en persona.
    Pero yo, a éstas alturas de la historia, yo quería más con él. Le dije que se quedase a pasar la noche.
   Santi me subía la autoestima con sus palabras, jamás oídas por mis oídos. Cuando hablábamos por el ordenador, me decía que acariciaba mis labios con el ratón de su pc. Y yo que no sentía amor desde hacía más de veinte años, le veía el hombre más maravilloso del mundo. Para mí todo era un sueño que se estaba haciendo realidad.
   Aunque él me decía que no se podía enamorar de mí por la situación que atravesaba su mujer, yo le sentía tan cerca, que no lo creía, no quería pensarlo. Yo tenía lo que necesitaba en esos momentos y me sobraba.  Además si ella moría, yo me quedaría para apoyarlo de la forma que fuese.
 Y aunque decía eso, sus palabras y su actitud conmigo, hacían pensar otra cosa.
  Cuando me quise dar  cuenta, me había enamorado de él.
    Siempre prometía cuidarme y quererme. Y que nunca desaparecería, estaría conmigo siempre que yo le necesitase.
   Fuimos juntos al hotel que había reservado, y pasamos toda la tarde descubriéndonos, ni siquiera habíamos almorzado.
   Ya entrada la tarde, salimos a comer algo. A la vuelta, alguien lo llamó. Me hizo un gesto para que me mantuviese en silencio y habló con ella más de una hora. Amén de los constantes mensajes telefónicos que le había estado mandando todo el día porque así se lo requería ella. Quería saber en todo momento dónde y con quién estaba. Y él, aparentemente la obedecía en todo.
   Tuvieron una gran discusión, ya que en vez de ir a una boda que según decían tenía el compromiso de ir, me recogió a mi en la estación. Yo le escuchaba sin saber un poco qué hacer. Me quedé dormida, aunque oía todo lo que él hablaba.
   Hubo un segundo en el que pensé que debería vestirme y salir de allí. Fue un flas, con el tiempo supe que era lo que debería haber hecho.
    Pero seguí allí en la cama semidormida. Cuando él terminó de hablar, vino a mí. Me despertó con sus besos, e hizo el amor conmigo como un loco. Yo no entendía cómo después de haber colgado, y estando su mujer enferma, podía desearme a mí de aquella forma.
   Pero todo estaba siendo tan inusual en mi vida, que no quise pensar más allá. Luego comentaba que siempre le tenía que hacer caso en todo y parecía algo agobiado.
   Cuando se durmió, me levanté y me dirigí a  la ventana. Me puse a mirar las luces de la noche de la ciudad. Qué pequeñita me sentía allí en esos momentos. Estaba en un hotel desconocido, con un hombre desconocido, y tenía una realidad esperándome a muchos kilómetros de distancia de allí.
     Intenté dormir. No dejé la luz encendida del cuarto de baño, yo solía dormir siempre con algo de luz, y me despertó él, por lo visto sufría una de mis pesadillas. Entonces me abrazó y me dijo, - no recuerdas que estás conmigo? Y me dormí en sus brazos. Jamás he vuelto a encender una luz para poder dormir.
 Mis miedos quedaron allí, en aquella habitación.
    En cuanto abrió los ojos, quiso hacer el amor de nuevo, y eso que decía que era lo único que le reservaba a su mujer. Ella no quería que lo hiciera con nadie a esa hora.
    Salimos por la mañana del hotel, y hasta que mi tren volviese a mi ciudad, me dijo que me enseñaría algunos sitios. Y así lo hizo. Como así hizo, decirme que si se quedaba conmigo, ya que mi dulzura y serenidad, le encantaba, no iba a necesitar buscar a más mujeres, mientras durase la relación conmigo. Por supuesto, yo todo lo que  él me contaba, era dogma de fe para mis oídos.
   Pasamos el día en el coche, le veía a gusto conmigo. Me enseñó dónde vivía, y algunos sitios de interés. Almorzamos y cercana ya la hora de regresar a la estación mi ánimo cambiaba por momentos. Mucho más, cuando al bajarnos del coche, me dijo en un abrazo que no me enganchase con él. Me dolió tanto aquello que no supe ni qué responder.
  Y así fue cómo vine de vuelta a mi casa.  Volvía a ver el rostro de mi ex marido mirándome como si quisiera aplastarme, aunque no sabía dónde había estado yo ese fin de semana, imagino que lo supuso durante toda mi ausencia.
   Mi dolor comenzó cuando ya intuía que Santi había cambiado algo conmigo. Cada noche hablaba menos conmigo, ya no me perseguía como antes de vernos.  Eludía muchas veces mi conversación con la excusa de que estaba cansado  y la necesidad de acostarse temprano.
   Había perdido ya del todo la más mínima esperanza de arreglar los rescoldos de mi matrimonio y ahora no quería ni pensar que perdería también el único apoyo que encontré y que me hizo valiente para tomar tales decisiones.
   Sentía que lo perdía por día.
   Pero era incapaz de pedirle nada. Sólo estaba a expensas del cariño que él me quisiese dar. Era lo único que me había quedado. Cuando él veía que yo sufría, volvía a hablar conmigo, volvía con sus palabras cariñosas. Y así yo volvía a tener instantes de fe y de felicidad. Eran solo migajas, y nadie debe conformarse con ello. Ahora lo sé.
   Quise luchar por aquello. Confiaba en mí misma para seguir con paciencia teniéndole de alguna forma.
   Así decidí salir de mi casa unos días. Debía salir de allí, el ambiente que se respiraba se podía cortar y yo no podía más. Le hablé de ir a una playa juntos. Me dijo que sí, pero que subiera yo al Norte, a la ciudad de su origen, porque él, no podría bajar por compromisos con su familia.
 Me dijo, si vienes, te enseñaría mi tierra como nunca la has conocido- Sólo me bastó eso para reservar mi vuelo.
   Así fue como viajé por segunda vez hacia sus brazos.
   Fueron cinco días, cuatro noches. Casi las veinticuatro horas con él. No hubo discusión, todo transcurría apaciblemente. Yo le veía sereno, en paz y contento a mi lado. Y por supuesto, apasionado a todas horas. Mi sueño se hacía realidad definitivamente, pensé.
   Viajamos los dos en su coche  todo el día, de un sitio a otro. Descubrí muchas cosas con él. Aquella ciudad, se quedó en mi corazón para siempre. Le entusiasmaba explicarme cualquier cosa de su tierra. Me contaba la  historia de algunas de las iglesias que visitábamos, incluso me llevó a la que en otro tiempo, él se iba a casar. Era preciosa. Con el suelo de madera, sencillamente adornada y presidida por Santiago, el patrón de aquella tierra y por quién le bautizaron a él.
   Al salir de ella, los dos de la mano, le paré, lo miré a los ojos y le dije:- Bésame aquí, así cuando vuelvas a venir, siempre te acordarás que me besaste.- Y así lo hizo.
   Pronto llegó el día de mi vuelta. Tenía que regresar, pero me llevaba un equipaje hermoso de él y de aquella tierra tan hermosa. Me llevaba sus besos, sus abrazos, sus amaneceres, su risa, sus palabras, la certeza de que él había estado muy bien a mi lado. Y sobre todo, su promesa de venir pronto a verme.
     Allí quedó mi sueño. Entre atardeceres color púrpura, amanecer viendo a su lado el mar, añorando por siempre sus labios y sus ojos.
   Unos meses más tarde, contactó conmigo una de sus amigas que tenía inscritas en su página, al igual que yo lo estaba. Por casualidad.
   Y desde ese momento, empecé a descubrir la verdad. Todo por escrito siempre o por teléfono, porque jamás le he vuelto a verle en persona.
   Había quedado con ella, al siguiente fin de semana de hacerlo conmigo la primera vez.
 El, comenzó a hablarme ya sin cariño, a decirme que si no había entendido que era liberal.
   Pasando por algunos insultos una noche, que según creo o estaba bebido, o estaba enseñando su verdadera identidad.
   Después de ésta chica, vinieron otras. Varias. Y yo ya poco contaba aparentemente para él.
  Me había quedado sola en mi casa. Mi ex marido ya se había ido. Sólo tenía recuerdos.
   Cada vez me llegaban más mensajes de mujeres  que le contestaban para bien o para mal. Parecía que toda la red sabía de mi relación con aquél hombre.
   Unos meses después, me llamó para darme un nuevo correo y un nuevo número de teléfono. Con la excusa de que alguien parecía que hablaba por él en su Messenger.
   No sabía qué creer. Pero desde luego pequé de ingenua siempre.  Puse toda la fe en aquél hombre. Fue como saltar al vacío sin paracaídas.
   Así me hablaban otras con datos que yo verificaba. Y las fechas correspondientes. Incluso supe que aún estando yo con él en su ciudad, quedaba con otras por su ordenador.
   El dolor fue inmenso. Me sentía perdida, me hundía cada día más. Destrozaba mi vida poco a poco. Y parecía no verlo o no importarle en absoluto.
  Cuando me dijo que alguien parecía que le espiaba, al igual que me había pasado a mí, decidí ayudarle.
   Una tarde que encendí mi Messenger a una hora que no solía hacerlo, él estaba allí. Comenzó a hablarme de una forma que me desconcertaba. O había vuelto a beber o estaba loco, pero en ningún momento, sospeché la verdad.
  La conversación fue dañina, atacó mi dignidad. No dejaba ni un solo rincón de mi alma sin ser atacado. Me humilló.
  Cuando me fui a la cama llorando, le mandé un mensaje a su móvil. Y él, me contestó que estaba dormido y que no había hablado conmigo.
   Ya no le creía. Después de tantas mentiras, ésta era una más.
     Y en ese momento, comenzó lo peor que he vivido en mi vida.
     Hubo alguien en la página de contactos que publicó conversaciones íntimas de los dos. Se hacía llamar su mujer.
Publicó mi historia como le dio la gana, e invitaba a gente a comentarla. Yo no daba crédito a lo que veía.
 Mi intimidad quedó expuesta en una página pública en una red social y yo no podía hacer nada. Y me preguntaba dónde estaba él y por qué consentía todo aquello.
 Casi a la vez, recibí un correo de él, dónde me decía las cosas más humillantes y horribles que se le puede decir a una mujer.
   Me terminó de destrozar la vida. Cuando yo leía aquellas líneas dónde se me denigraba físicamente, incluso añadía que había tenido que tomar estimulantes para poder hacer el amor conmigo, o cuando me comparaba con que parecía más vieja que cualquiera de sus amigas, e incluso su madre, a mi lado era una niña, el dolor que sentí nunca antes en mi vida, nadie me lo había hecho.
   Decidí cuando pude reaccionar, hacerme pasar por otra persona para buscar razones, si es que las había. Pero no tuve éxito. Aquella persona que publicaba todo sobre mi, era más lista que yo. Decía ser su mujer. Yo sabía que si lo era, no tenía sentido todo aquello.
   En primer lugar porque si era lo liberal que él decía ser, los celos estaban de más.
   En segundo lugar, si estaba, había estado, seguía estando tan enferma, no podía estar delante de un ordenador tantas horas, incluidas a altas horas de la noche.
  No tenía límites. Sus insultos eran cada vez más graves, sus amenazas rayaron en lo más alto, se permitió amenazarme con intentar que me retirasen la custodia de mi hija. Yo me preguntaba por qué. A qué venía tanto odio, tanta inquina. Sus humillaciones eran constantes. Cada vez mayores. Amenazas de colgar en la red unas cintas de su marido, como ella lo llamaba , conmigo en el hotel de su ciudad. O incluso  mandarlas a mis hijos. Claro que nunca lo hizo, no creo hoy en día ni que existan, inventos de una mente enferma para hacer daño, y lo consiguió.
  Volví a tomar la decisión de nuevo de comunicar todo esto en una comisaría de policía. Por segunda vez en mi vida, pasaba por un trance tan desagradable como ese.
   No sirvió de nada. Hice mil denuncias a los dueños de dicha página que permitían todo aquello. E hice la oportuna denuncia en la Guardia Civil.
   No tuve noticias nunca de mi denuncia. No había forma o yo no la encontraba de parar todo aquello.
  No sabía si él andaba detrás de todo aquello. Si lo permitía, o si también lo hacía y por qué.
   El pulso con aquella mujer o quién fuese, duró largo tiempo.
  Yo tenía que saber la verdad, o aproximarme a ella todo lo que pudiera. Me lo debía a mí misma.
   Pasó el tiempo, y casi todas sus amigas, las mujeres con las que había tenido relación, contactaron conmigo. Cada una me fue contando su experiencia con él.  Aquello era un puzle. Además de increíble.
   ¿Cómo pude ser engañada de aquella forma?.  Aún hoy me lo pregunto cada día.
   Con el tiempo, la mujer se hizo pasar por un hombre, colándose de nuevo en mi correo  y hablaba conmigo siempre del mismo tema. No servía de nada que yo le cambiase el tercio, ese hombre, que entonces yo no sabía ni sospechaba que podría ser ella, volvía una y otra vez a lo mismo.
    Me enteré con el tiempo que ese hombre también era ella. ¿Por qué esa obsesión conmigo?. No sé si algún día lo sabré.
    Seguí en mi búsqueda de la verdad.
Y por una amiga, la última que había caído en sus redes. Que les había creído a la pareja como tal, que presumía de su amistad, condenándome a mí en tiempos, me dijo lo que yo quería saber.
   Su mujer no era su mujer, nunca se habían visto en persona. No estaba enferma, jamás lo había estado. Era imposible, por desgracia, que un cáncer agresivo, no se lleve a la persona en seis o siete años. No existían los tratamientos milagrosos que a ella le dispensaban por ser millonaria. Y que tanto alardeaba. En España, se procura curar a todo el mundo, y no sólo al rico.
    Esa mujer no era ni guapa ni joven. Más bien mayor y nada agraciada. Esa mujer podría ser que tuviese el vicio del alcoholismo. Aparte de fumadora empedernida.
   Pero lo que sí hacía esa mujer era manejar a Santi como a un pelele. Malos sentimientos. Una persona manipuladora. Con malos reaños. Pero lo que sí puede que haga por él, es pagar sus facturas.
  El, lleva una vida como si fuese un hombre rico. Como según decía, lo había sido.  No tenía medios para pagar aquella hipoteca de la que me hablaba y para mantener su ritmo de vida, ya que es profesional de un deporte nada barato.
   Con el tiempo, comprobé que cuando él, en su ciudad me hablaba de los señoritos de clase alta que nunca habían dado un palo al agua y estaban mantenidos por sus padres, puede que en realidad, me estuviese hablando de él mismo.
  En definitiva, el hombre que conocí de labios que me cautivaron, de ojos negros y dulces. Con una seguridad  que yo admiraba, es sólo un mantenido de una mujer sin escrúpulos y viciosa.
   Entendí por qué quería mi cariño, por qué se sentía sereno conmigo, y por qué buscaba con tanto afán mi dulzura.
  Pero se permitió perderme y se permitió hacerlo con malas artes. O bien, dejó que lo hiciera ella. Tiene la misma culpa. Los dos son unos indeseables.
   Pude rehacer mi vida, poco a poco. Fui dejando de derramar lágrimas. Tuve que comenzar de cero en todos los sentidos. Pero  soy fuerte. Y buena. Así que no he necesitado ninguna muleta de nadie para sobrevivir. Lo he hecho sola, con ayuda de los seres que más quiero en el mundo. Mis hijos.
 Amigos de verdad  pocos pero sinceros, también han hecho que vuelva a querer abrir los ojos cada mañana.
   Por supuesto, me siento guapa. Por dentro y por fuera. Fui valiente y sincera. Hice lo que el corazón decía que hiciera. Y fui a buscar una verdad.
  El, no lo hizo bien. El falló, y es una pena, porque creo que conmigo o una mujer como yo, podría haber sido feliz.  Es decepcionante para una mujer descubrir que lo único que puede aportar un hombre, es su fachada y buenas palabras, y  que detrás solo hay miseria. Un sepulcro blanqueado cómo la biblia dice.
    Es digno de lastima. Pero no la sentiré por él, al igual que él no sintió piedad ni hombría al consentir el daño que me causaron, o me causó.
 La vida es corta, y se vive una sola vez, y sigo pensando que no se deben de perder los trenes, te lleven a dónde te lleven, bien al paraíso, o al mismo infierno.
   Puede que nunca sepamos el final, la última parada cuando nos montamos en ellos, pero estoy segura que no se deben perder jamás.
      Hoy en día no sé nada de él, de su vida. No sé si existe, ni si su mirada sigue brillando al mirar a una mujer. No sé si su pelo se tiñó de blanco. O si su sonrisa sigue siendo tan mágica como lo era para mí.
   No sé si aquel apaño que tenía con esa mujer le funciona, si es así, él sabrá lo que hace. Si no lo es, le deseo mucha suerte. Nunca hice lo contrario, porque cuando se ama a alguien no se le puede hacer daño, mucho menos, desearle lo malo por el hecho de no ser correspondida.
    Y ésta es parte de mi historia personal. Espero que el futuro me traiga el amor que tanto deseo sentir, y que ésta vez, la vida sí me dé al hombre adecuado que sepa valorar lo que hay en mí y sea tan valiente como lo he sido yo.
  Si aparece alguna vez, diré que sí creo en los príncipes azules, pues eso será para mí. Un príncipe azul  que la vida me deparará después de haber luchado con dragones que perdieron su estrella.
   Yo estoy orgullosa de lo vivido y como lo hice. Lo mejor que supe y pude. Con el alma como estandarte.
   

     

CONCURSANDO EN_ :
VI CERTAMEN DE AUTOBIOGRAFÍA UN FRAGMENTO DE MI VIDA (México)